Tras las fiestas

Han estado bien; todos hemos podido disfrutar de las Navidades: son días de estar juntos, en clave festiva, estrechando esos lazos que nos unen a quienes más queremos. Son también días de copiosas comidas y agradables sobremesas, de intercambio de afectos y regalos. Son días que tienen por otro lado algunos «protagonistas invitados». El «Belén», «pesebre» o nacimiento» lleva siglos con nosotros; el abeto o pino, en cambio, son casi unos recién llegados

Quedan preciosos, adornados, formando parte de ese ambiente que buscamos… y también, muchas veces son algo más: víctimas inocentes de nuestras fiestas y sujetos pacientes de nuestro desprecio pasadas estas fechas.

No serán menos de dos millones, nada menos que dos millones, los abetos que serán abandonados cuando ya se les han retirado los adornos y las cintas, cuando ya no quedan regalos que colocar bajo sus ramas.

 En muchos lugares se ha optado por una recogida para replantarlos en algún lugar en que puedan seguir viviendo y además reforestar el paisaje… pero para que puedan tener tanta suerte nosotros debemos antes tener cuidado y echarles una mano.

La gran mayoría de estos abetos NO SON AUTÓCTONOS, es decir: no están acostumbrados a nuestro clima y condiciones del suelo. Para colmo la calefacción de nuestros hogares no les sienta nada bien, a menudo olvidamos cuidarlos y regarlos mínimamente en estos días…

En conclusión, la gran mayoría de ellos no lo consiguen, se secan y mueren.

Es importante recordarlo, procurar que «el pino» sea una simple rama de las que se puden limpiar sin dañar el árbol, escoger en todo caso una especie de aquí que se adaptará mejor tras las fiestas, y cuidarlos mínimamente si son árboles enteros durante las fiestas.

Piénsalo bien: dos millones son demasiados abetos perdidos.